El camino evangelizador de la Iglesia
es una experiencia constitutiva porque forma parte de su identidad; Jesús llamó
a sus discípulos y conformó a los doce apóstoles para que estuvieran con Él y
participaran de su misión, transitando juntos los senderos de la humanidad para
el anuncio del Reino de Dios en sus contextos culturales y geográficos. Por eso
mismo, la misión evangelizadora, el sentido de la Asamblea de los bautizados en
Cristo, se desarrolla por medio de la comunión y la participación; antes de ser
una logística o una planificación pastoral, es un dinamismo de fe que forma
parte del misterio y la gracia de ser parte de la Iglesia de Jesucristo.
Esta reflexión hoy se inspira en las
palabras claves de la experiencia sinodal en la Iglesia: comunión, misión y participación;
las vamos a resaltar en los Estatutos del Proyecto de Vida Apostólica (PVA) de
la Asociación de los Salesianos Cooperadores.
La experiencia sinodal es caminar
juntos, como hermanos, al encuentro del Señor; y tiene su raíz en la gracia del
Bautismo (cf. Proemio, a; 32.1); desde esa fuente, el PVA ofrece un camino de santificación en el ejercicio
de la caridad en la dedicación al trabajo por las salvación de la humanidad
y de la creación (cf. Proemio, c; Est, 2.2; 7c; 8.4; 9.1; 27.1.3; 41).
Comunión
La Pía Unión de los Cooperadores
Salesianos es en la Iglesia, uno de los numerosos modos que inspira el Espíritu
Santo para vivir la gracia y la tarea de la koinonía; por la mediación de San
Juan Bosco, irradió la caridad educativa del Buen Pastor (1a; 3.3; 4.1; 10;
14.1b).
San Juan Pablo II nos dejó, como parte
fundamental de su legado y testimonio, la espiritualidad
de la comunión;
al explicarla, se remontó a la vida trinitaria. El PVA lo deja plasmado cuando
establece una de las actitudes propias del Salesiano Cooperador: sentir a Dios
como Padre y amor que salva; encontrar en Jesucristo a su Hijo Unigénito,
apóstol perfecto del Padre; vivir en intimidad con el Espíritu Santo, animador
del Pueblo de Dios en el mundo (2.2a).
La Asociación vive una especial
relación de comunión con la Sociedad de San Francisco de Sales (5b) y con los
demás grupos de la Familia salesiana de Don Bosco (6).
La experiencia de comunión se refleja
en varias dimensiones: con el testimonio de la pobreza evangélica, los
Salesianos Cooperadores administran los bienes que se le confían con criterios
de sobriedad, a la luz del bien común y la justicia, para construir un mundo
más fraterno que reconoce y promueve los derechos de todos, especialmente de
los más débiles; la sexualidad es vivida desde el evangelio, orientada a la
delicadeza y a una vida matrimonial o célibe íntegra, gozosa, centrada en el
amor (7b).
En el corazón, un compromiso: realizar
el ideal evangélico del amor a Dios y al prójimo en las condiciones ordinarias
de vida (8.1), con un estilo de relación marcado por la amabilidad y el clima
familiar (18).
Los Salesianos Cooperadores promueven
y defienden el valor de la familia, como núcleo fundamental de la Sociedad y de
la Iglesia y se comprometen a construirla como Iglesia doméstica. Los
Salesianos Cooperadores casados viven en el matrimonio su misión de cooperadores
del amor de Dios creador y primeros y principales educadores de los hijos,
según la pedagogía de la bondad propia del Sistema Preventivo de Don Bosco (8.3;
11).
En el apostolado juvenil se favorece
un ambiente familiar en el que el diálogo constante, la presencia animadora, el
acompañamiento personal y la experiencia de grupo ayudan a percibir la
presencia de Dios (10.2).
El Salesiano Cooperador, viviendo la
espiritualidad salesiana, promueve una experiencia práctica de comunión
eclesial (14.2).
La vocación apostólica común y la
pertenencia a la misma Asociación hacen a los Salesianos Cooperadores hermanos
y hermanas espirituales. Unidos con un solo corazón y una sola alma viven, en
efecto, la comunión fraterna con los vínculos característicos del espíritu de
Don Bosco. Participan con alegría en la vida de familia de la Asociación para
conocerse, crecer juntos, intercambiar experiencias de fe y elaborar proyectos
apostólicos. Promueven la vida asociativa, acogiéndose recíprocamente (21).
La fidelidad vocacional del Cooperador
está sostenida por el afecto y la solidaridad de los demás miembros de la
Asociación y de la Familia Salesiana (30.1).
La Asociación es el instrumento para
vivir la comunión plasmada en el PVA (33; 34)
Misión
El Espíritu Santo inspiró el carisma
salesiano para contribuir en la Iglesia a la salvación de la juventud: es la
misión (1a; 4.1b).
Para responder a esa vocación
apostólica, la Asociación de Salesianos Cooperadores asume un modo específico
de vivir el evangelio y de participar en la misión de la Iglesia (2.1).
Los Salesianos Cooperadores se
reconocen discípulos llamados y enviados a una misión concreta: contribuir activamente
en la Iglesia para la salvación de la juventud, comprometiéndose en la misma
misión juvenil y popular de Don Bosco (2.2a; 4.1b; 6).
Inspirados por el espíritu de las
Bienaventuranzas, el compromiso es evangelizar la cultura y la vida social (7a);
con la misericordia que abre el corazón a todas las miserias materiales y
morales e impulsa a actuar con caridad pastoral. El propósito se orienta a ser
constructores de paz en un mundo agitado por la violencia y los odios de clase
(7b)
Los Salesianos Cooperadores realizan
su apostolado a través de los compromisos cotidianos; discípulos de Cristo, que
vino a servir, se comprometen a realizar el ideal evangélico del amor a Dios y
al prójimo en las condiciones ordinarias de vida (8.1); practican la Doctrina
Social de la Iglesia y la comunicación social para promover caminos educativos
(8.4).
Sostienen la actividad misionera de la
Iglesia y se comprometen por la educación en la universalidad como apertura al
diálogo entre las culturas (8.5; 11).
El Artículo 9 despliega el servicio misionero
para el Salesiano Cooperador: lleva por todas partes el compromiso de educar y
evangelizar, para formar honrados ciudadanos, buenos cristianos y un día
afortunados moradores del cielo, convencidos de estar siempre en camino hacia
una mayor madurez humana y cristiana. Para ello, comparten con los jóvenes el
gusto de vivir con autenticidad los valores de la verdad, la libertad, la
justicia, el sentido del bien común y el servicio; los educan para encontrar a
Cristo resucitado en la fe y en los Sacramentos, para crecer como hombres y
mujeres nuevos. De ahí el compromiso de ayudar a los jóvenes a madurar un
proyecto de vida para testimoniar su presencia cristiana y salesiana en la
Iglesia y en la Sociedad (9).
Con el Sistema Preventivo de Don Bosco,
los Salesianos Cooperadores promueven de diversos modos el bien y educan en el
amor a la vida, a la responsabilidad, a la solidaridad, a la comunión de
bienes, a la capacidad de compartir y a la comunión (10.2; 11). El Salesiano
Cooperador se compromete a promover el humanismo salesiano para construir
razones de esperanza y perspectivas de futuro para la persona y la Sociedad
(14.1b).
Por la gracia de la caridad apostólica
y pastoral, se hace presente entre los jóvenes la misericordia del Padre, el amor
salvífico de Cristo y la fuerza del Espíritu Santo. Don Bosco la expresó en el
lema: Da mihi animas, cetera tolle; la significó en el nombre de Salesianos,
escogiendo como patrono a San Francisco de Sales, modelo de humanismo
cristiano, de entrega apostólica y de amabilidad, promotor de la espiritualidad
de los laicos (15.1).
Los Salesianos Cooperadores se sienten
íntimamente solidarios con la sociedad en la que viven y en la que están
llamados a ser luz, sal y fermento. Creen en los recursos interiores de la
persona. Comparten los valores de su propia cultura y se comprometen para que
sea guiada por el humanismo cristiano. Promueven las novedades con sentido
crítico cristiano. Integran en su vida todo lo que es bueno, poniéndose a la
escucha, sobre todo, de los jóvenes en el discernimiento de los signos de los
tiempos (16.1). Frente a los retos y
dificultades socioculturales asumen una actitud crítica y constructiva. Se
comprometen a difundir en la Sociedad una cultura cristiana y ética de la
acogida y de la solidaridad (16.2).
Con la Promesa Apostólica el Salesiano
Cooperador está dispuesto al servicio de la misión de la Iglesia (30.1).
La Asociación es el instrumento para
vivir la misión plasmada en el PVA (33; 34).
Participación
Inspirado por el Espíritu Santo, Don
Bosco amplió la energía apostólica del carisma salesiano con la constitución
del tercer grupo de su familia apostólica, los Salesianos Cooperadores;
participan así del patrimonio espiritual que Dios dio a la Iglesia por medio de
san Juan Bosco (1a; 4.1; 5; 14.1b).
Para responder a la vocación
apostólica, los Salesianos Cooperadores asumen en su secularidad, un modo
específico de vivir el evangelio y de participar en la misión de la Iglesia
(2.1); corresponsables de la vitalidad del proyecto de Don Bosco en la Iglesia
y en el mundo, los Salesianos Cooperadores aportan a la Familia Salesiana los
valores específicos de su condición vocacional (5; 12).
Los Salesianos Cooperadores se
comprometen en la misión juvenil y popular de la Iglesia; trabajan en
colaboración por el bien de la Iglesia y de la Sociedad de forma fraterna y
asociada (6; 12).
Por el bautismo estamos radicados en
Cristo, participamos de su gracia; es una conciencia que necesitamos avivar,
llamados a la perfección del amor, para vivir y dar testimonio de una vida
según el Espíritu, como fuente de alegría, paz y perdón; con el ejercicio de
nuestra libertad, obedecemos al plan de Dios (7). Por esto, los Salesianos
cooperadores santifican su existencia en lo cotidiano y fortalecen su acción en
la unión con Dios (17), con la oración y la liturgia sacramental (19).
Los Salesianos Cooperadores participan
con alegría en la vida de familia de la Asociación para conocerse, crecer
juntos, intercambiar experiencias de fe y elaborar proyectos apostólicos.
Promueven la vida asociativa, acogiéndose recíprocamente (21); cada quien se
siente responsable de la misión común y la desarrolla según sus condiciones de
vida, capacidades y posibilidades, dando su valioso apoyo. En la Asociación se
comparte la corresponsabilidad educativa y evangelizadora. Todos participan en
las reuniones de programación y revisión de las distintas actividades, según la
decisión de los responsables. Quienes están llamado a desempeñar cargos de responsabilidad,
se comprometen a atender a los demás con fidelidad y espíritu de servicio; con
responsabilidad y sentido de pertenencia, sostienen la autonomía económica de
la Asociación para que pueda desarrollar su misión (22).
La comunión y la colaboración quedan
también atendidas respecto a los demás grupos de la Familia Salesiana de Don
Bosco, incluso con las demás asociaciones laicales del territorio cercano al
propio Centro (23; 25).
El mismo sentido de pertenencia a la
Asociación refleja el grado de convicción vocacional, como experiencia de fe en
Cristo y de comunión eclesial (28); colaborando intensamente en las iniciativas
apostólicas promovidas también por otras organizaciones eclesiales, religiosas
y civiles (30.1).
La Asociación en su organización
institucional, con las instancias de animación y coordinación, es el
instrumento para vivir la misión plasmada en el PVA (33; 34).
Una
valiosa herencia (Art.
13)
El
Salesiano Cooperador acoge el espíritu salesiano como don del Señor a la
Iglesia y lo hace fructificar según su propia condición laical o ministerial (14.1).
Guiado
por el Espíritu Santo, Don Bosco vivió y transmitió a los miembros de su
Familia un estilo original de vida y de acción: el espíritu salesiano.
El
espíritu salesiano es una típica experiencia evangélica, que tiene su fuente en
el mismo corazón de Cristo, que impulsa a la entrega y al servicio a los que lo
viven.
Se
alimenta con el compromiso de la caridad apostólica, principio interior
dinámico que unifica la pasión por Dios y la pasión por el prójimo.
Se
sustenta en una espiritualidad sacramental, que se concreta en vivir con
alegría y optimismo lo cotidiano y en un servicio responsable en la comunidad
eclesial y en la Sociedad civil.
Requiere
una exigente metodología ascética expresada con un rostro sereno y alegre como
respuesta a la invitación de Don Bosco: trabajo y templanza.
Asumir estas actitudes bautismales es
el norte del proceso formativo que ofrece la Asociación con la inspiración y por
la acción del Espíritu Santo
(27; 29; 32.2).
En la oración de la Promesa vienen
expresadas las alianzas bautismales para vivir en la Iglesia sus dimensiones de
Pueblo de Dios en camino de comunión, misión y participación; se trata del
compromiso para ser fiel discípulo de Cristo en la Iglesia, trabajar por el
Reino de Dios, especialmente con la misión juvenil y popular, en colaboración
con la Iglesia local y las demás fuerzas
vivas apostólicas de la Familia salesiana (32.2)
Nos entregamos a la Virgen Inmaculada
y Auxiliadora, guía de nuestra vocación apostólica, para ser verdaderos
cooperadores de Dios en la realización de su designio de salvación. Pedimos a
María, Auxiliadora y Madre del Buen Pastor, la ayuda y la fuerza necesaria para
la salvación propia y de los jóvenes (14.3). Imitamos a María, cooperadora en
la misión salvífica de su Hijo, el Salvador de la creación (20).
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