La palabra "sinodalidad” se ha convertido ahora en un estribillo, un eslogan, una contraseña para acceder a la asamblea eclesial en el cumplimiento de las expectativas.
Es muy evidente
la voluntad del Papa Francisco que, el 9 de octubre de 2021, inició en el Vaticano
el camino mundial de reflexión y estudio "Por una Iglesia Sinodal"
que culminará con la celebración de la Asamblea Plenaria del Sínodo de los
Obispos en octubre 2023., y luego pasar a la fase de solicitud.
El objetivo del
camino sinodal es involucrar a todo et Pueblo de Dios de manera capilar, para
la escucha dentro de la Iglesia católica y fuera de las demás Iglesias, así
coma a las diferentes creyentes ya las que no creen.
Los temas
identificados para este camino son: comunión, participación, misión.
Refiriéndose al
teólogo Yves Congar, el Papa invita a todos a dar vida a una "Iglesia
diferente", que no quiere decir a "otra Iglesia".
Se trata de una
gran necesidad de renovar el tejido eclesial, innovando sin romper con el
pasado e identificando nuevas formas de vivir la pertenencia sin sobrevolar la
cabeza de los creyentes.
De hecho,
existe un riesgo real de que las expresiones altisonantes se queden en términos
un tanto abstractos si no se cultiva una práctica sinodal.
¿Será realmente
posible instaurar en la práctica un estilo cada vez más participativo y
comunitario en la vida eclesial, en todos los niveles?
¿Cómo conjugar las diferentes sensibilidades, los
diferentes dones y enfoques para llegar a
ser verdaderamente "compañeros de camino" en la aventura de la
Iglesia y de toda la humanidad?
¿Y nuestro
papel como Asociación de los Salesianos Cooperadores y Familia Salesiana?
El trabajo a
realizar no es un proyecto a corto o mediano plazo. Toma años y posiblemente
generaciones. Se trata de difundir en todos los grupos de la Familia Salesiana específicamente
lo que nos concierne más de cerca y más en general, en los movimientos,
parroquias, un estilo de confrontación capaz de aceptar ideas diferentes, a
veces incluso contrapuestas, pero sin perder ese espíritu evangélico. del respeto
a la persona que prima sobre la defensa 'independientemente' de las ideas
personales, políticas y religiosas.
Sin embargo,
debemos ser honestos al decir que comenzamos este camino con la conciencia de
que el pueblo creyente no está acostumbrado a esto, ni la jerarquía eclesiástica
ni los fieles laicos.
Por eso
tratamos de entender cómo, como laicos, podemos hacer nuestra contribución.
LOS ORÍGENES
- UN SUEÑO CON AROMA DE PROFECÍA
De un artículo
publicado en ANS en noviembre de 2020 titulado:
"Don Bosco, el hombre de Dios que siempre pedía ayuda a todos"
"Siempre
he necesitado de todos”, decía a menudo Don Bosco.
inolvidable,
aquella tarde fría del 3 de noviembre de 1846, aquel cura y su madre que llegan
después de caminar cuarenta kilómetros. Él
con el breviario bajo el brazo y un pequeño equipaje, algunas cosas. Su madre
lo sigue en la aventura un tanto loca. EI no la había obligado. Amaba a mamá.
Pero mamá lo amaba aún más. Y no dudó: “Juan , voy contigo”.
Fue ayudado por
laicos, hombres y mujeres, y por sacerdotes amigos, que colaboraron con él de
muchas maneras.
Sobre todo,
contó con la inestimable ayuda de su querida madre, Mamma Margherita. Me gusta
decir, creo que, con valor histórico, que juntas fundaron el Oratorio, pues a
la delicadeza maternal de la madre se sumó el genio creador y apostólico de Don
Bosco que dio calor femenino a aquella casa. Acompañó y animó a su hijo en los difíciles
comienzos del Oratorio y del trabajo con los muchachos que tocaban a la puerta
de su casa.
La implicación
de los laicos está siempre presente en toda la vida de Don Bosco hasta el punto
de imaginar una congregación mixta, formada por "consagrados y laicos
juntos por la salvación de la juventud vulnerable ", para tener esta idea
de congregación aprobada por la Santa Sede, pero la Iglesia de fines del siglo
XIX no la aprobó, sino que invitó calurosamente a Don Bosco a desistir de su
pensamiento, invitándolo a modificar las normas que se referían a esta
presencia conjunta de consagrados y laicos.
Así, tras la
aprobación de las constituciones de la Sociedad de San Francisco Sales y del instituto
de las Hijas de María Auxiliadora, en mayo de 1876 la Santa Sede aprobó el
Reglamento de los Salesianos Cooperadores. Proyecto de Vida Apostólica art. 4
51: La Asociación de los Salesianos Cooperadores es aprobada por la Sede Apostólica
como asociación publica de fieles y participa del patrimonio espiritual de la
Sociedad de San Francisco de Sales. Los
miembros colaboran activamente en su misión, en nombre de la Iglesia, bajo la
autoridad del Rector Mayor, como Sucesor de Don Bosco, en espíritu de fidelidad
a los Pastores y en colaboración con las demás fuerzas eclesiales".
Por lo tanto,
una asociación principalmente de laicos “desconectados" de la
congregación, pero
íntimamente
"conectados" al patrimonio espiritual de la Sociedad de San Francisco
de Sales.
Y el papel de los
laicos como asociación está bien definido desde el principio.
Leemos en el prefacio del primer Reglamento de los Salesianos Cooperadores:
Los
Cooperadores con los Salesianos de Don Bosco y las Hijas de María Auxiliadora
dan vida a lo que luego se llamar Familia Salesiana. Aunque la primera vez que
se escucha este término es el 3 de abril de 1934, dos días después de la canonización
de Don Bosco, cuando el Papa Pio XI, dirigiéndose a los peregrinos que acudían
a Roma para la ocasión, afirma:
"Representáis
a todos los que habéis dejado en los diversos lugares de donde venís, a toda la
gran familia salesiana".
IDENTIDAD COMO LAICO EN LA IGLESIA
Se podría decir
que la intuición de Don Bosco de pedir ayuda a ayuda a muchos, incluidos los
laicos, para llevar a cabo su obra de salvación de los jóvenes, se perpetúa
incluso después de su muerte y, de manera casi profética, cobra nuevo ímpetu
gracias precisamente a el Concilio Vaticano l, que introduce una nueva
perspectiva respecto a los laicos.
Ya no
exclusivamente destinatarios de la evangelización del clero, sino igualmente
responsables, por tanto, corresponsables, con los presbíteros y con toda la iglesia,
en la acción pastoral común, cada uno según sus características vocacionales específicas.
Esta renovación
comenzó en 1961 con el advenimiento del Concilio Vaticano ll y aún continúa.
Por eso hoy la
actitud sinodal a asumir en la Iglesia católica, con respecto a los laicos, es
un importante momento de discernimiento sobre las múltiples cuestiones que
preocupan al mundo interno ya la Iglesia misma en los inicios del siglo XXI.
Las novedades
del Concilio se refieren a la liturgia al hacerla más cercana a la gente, solo
pensar en las misas en los idiomas nacionales en lugar de la nueva forma de
enseñar el catecismo, las estructuras de gobierno de la Iglesia pensadas al
servicio de la Iglesia. en sí mismo y no coma ejercicio del poder, el
ecumenismo y por tanto la conciencia
de la necesidad del diálogo interreligioso y, por último,
pero no menos importante,
la reafirmación de la dignidad de los laicos.
La figura del
laico que nos entrega el Concilio Vaticano II se perfila en:
Lumen Gentium [31]:
La identidad
del laico me parece clara, pero el término "laico" sigue siendo, aún
hoy en algunas zonas, mal entendido, sobre todo por su base teológica y por su
falta de correspondencia con la realidad pastoral.
Y de nuevo según
la Exhortación Apostólica Christifideles Laici [n. 9], los laicos pertenecemos
a la Iglesia, como somos Iglesia, lo que ya nos sitúa en una posición
privilegiada.
Ser y
pertenecer implica mucho más que ser simples oyentes recibiendo las
instrucciones de los pastores o participando en alguna otra función.
Llama la atención
que este n. 9 propone una descripción positiva de la vocación y misión de los
fieles laicos, lo que demuestra el intento de superar una cierta comprensión
negativa del concepto.
CARISMA.,
VOCACIÓN., NATURALEZA LAICA
No se es laico
para un cargo particular en la parroquia, en el CEP o CE, o en un grupo de la
Familia Salesiana. No es la función lo que nos hace laicos, sino que somos
laicos porque en el origen de nuestra misión está la vocación.
Una vocación
que nace del corazón de Dios. Es Dios quien, en el momento en que creó el mundo
con su propia autonomía, pensó en la laicidad. Para que alguien en el mundo
pudiera traer el mundo a Dios.
Por eso, hoy más
que nunca, es necesario que los laicos retomen la propia vocación.
Porque la
Iglesia posconciliar no es una Iglesia monopolista de unos pocos, de una casta
privilegiada, sino que es una Iglesia comunitaria-comunión formada por carismas
y ministerios y entre los carismas está el de los laicos.
Carisma
significa don gratuito del Espíritu, me gusta definirlo como "el soplo del
Espíritu Santo", para el bien de la comunidad. Los carismas continúan
escribiendo la historia de la Iglesia y el carisma de los laicos juega un papel
protagónico en esta historia.
Pensemos en
nuestra experiencia directa cuando hablamos del carisma salesiano.
Al optar por
pertenecer a la Familia Salesiana asumimos el compromiso de salvaguardar el
carisma de Don Bosco continuando, con nuestro trabajo, escribiendo páginas de
historia de la iglesia que hablen del Movimiento Salesiano.
EI mundo es donde
estamos llamados, a trabajar, a cumplir la misión de todo el pueblo cristiano.
Pero, ¿qué me
hace un laico? ¿En qué se basa mi laicismo? y, sobre todo, ¿soy consciente de
que, como laico, estoy llamado a realizar una tarea especifica en la Iglesia?
Porque dedicar
tu vida a vivir la misión en el mundo no es solo los sacerdotes o, como laico
de la Familia Salesiana, no tengo que ser el monaguillo del director de turno o
el caballero servidor del director, o, "delegar" responsabilidades a
los delegados y delegadas que son propias de la naturaleza secular de la Asociación
de los Salesianos Cooperadores.
La acción
pastoral de los laicos no puede ni debe sustituir a la de los presbíteros, sino
que la completa, no porque sea ineficaz o pobre en contenido, sino porque es expresión
de otra especificidad vocacional en la iglesia que es la ministerial.
Mensaje de Juan Pablo ll para la XL Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones:
Las vocaciones
se complementan porque cada uno expresa a su manera la riqueza de su propia
vida espiritual, deja respirar el Espíritu Santo para el bien de la Iglesia.
Es importante
detenerse a comprender este aspecto para poder hablar de corresponsabilidad, de
lo contrario seguiremos haciendo prevalecer la responsabilidad del rol sobre la
corresponsabilidad en el servicio. Esto también se aplica a nuestros órganos de
gobierno.
Así como hay
una corresponsabilidad de los laicos, hay una corresponsabilidad de los presbíteros.
Es necesario
que los laicos superen la pereza de vivir exclusivamente la especificidad de su
propia tarea. Sólo viviendo en libertad su especifica vocación serán expresión
del carisma recibido como don. Y sobre
todo harán uso de los tres grandes dones recibidos en el bautismo: el oficio
sacerdotal, profético y real de Cristo.
Estos tres
dones no son medallas para ser puestas en el pecho y exhibidas en ceremonias
solemnes o en las reuniones que tenemos. Cuestan un sacrificio porque cuando el
Señor da dones requiere compromiso. No se dan, para competir, a los que son los
mejores sino a los que mejor sirven al Señor en la vida cotidiana.
Otro rasgo característico
del Laicado es su carácter laicado porque paradójicamente uno no es Laicado en
la Parroquia, en el Oratorio, en los Centros, en las Uniones, sino fuera de
estos lugares.
Por dentro es más
fácil ser cristiano con los que ya comparten nuestra fe.
La dificultad está
en el mundo.
El Laicado es
el puesto de avanzada de la Iglesia para permitir que la Iglesia vaya donde
probablemente nunca iría. La Iglesia, a través de los laicos, puede llegar a donde
ya están los laicos. El laico no debe ir
al mundo porque ya vive en el mundo.
Lumen Gentium
[31]: "EI carácter secular es propio y peculiar de los laicos. En
efecto, los miembros de la sagrada orden, aunque a veces se dediquen a las
cosas del siglo, incluso ejerciendo una profesión seglar, sin embargo, por su
especial vocación están principalmente y propiamente destinados al sagrado
ministerio, mientras que el religioso con su estado testimonia de manera espléndida
y exalto que el mundo no puede ser transfigurado y ofrecido a Dios sin el espíritu
de las Bienaventuranzas. Por su vocación es propio de los laicos buscar el
reino de Dios ocupándose de las cosas temporales y ordenándolas según
Dios. Viven en el siglo, es decir,
involucrados en todos los diferentes deberes y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las cuales su
existencia está como entretejida. Allí son llamados por Dios a contribuir, casi
desde dentro a modo de levadura, a la santificación del mundo ejerciendo su
oficio bajo la guía del espíritu evangélico, y así manifestar a Cristo a los demos
principalmente con el testimonio de su propia vida y con el esplendor de su fe,
de su esperanza y de su caridad. A ellos
corresponde, pues, particularmente, iluminar y ordenar todas las cosas
temporales a las que están íntimamente ligadas, para que se hagan y crezcan
constantemente según Cristo y sean de alabanza al Creador y Redentor".
EI problema es que
los laicos, a veces, se escapan del mundo y ven a la Iglesia como un refugio. Se
atrincheran en
sus propios grupos y cortan lazos con el mundo exterior.
Pero el laico,
por vocación, no puede escapar del mundo, sino que debe conducirlo a Dios
tratando con las cosas del mundo, de lo contrario el mundo se aleja de Dios.
Esas tres
pertenencias mencionadas anteriormente no se pueden separar. El laicado no puede
ignorar la pertenencia a la Iglesia y al mundo.
Desgraciadamente,
todo esto tiene a menudo de fondo las dificultades que surgen de una Iglesia
que, cerrada a la laicidad frente al mundo, se convierte en una Iglesia
clerical, donde los laicos se definen sólo como "no clérigos".
Para una gran
parte de la Iglesia, el "laico" es el especialista inexperto,
ignorante.
Desgraciadamente
esto ha generado una actitud, en algunos laicos, que en la práctica pastoral se
sienten inferiores a los sacerdotes, al no poder competir y contribuir en las
decisiones de los párrocos, directores y directoras para ofrecer su aporte específicos
como laicos,
Más de medio
siglo después del Concilio Vaticano ll, es necesario renovarse,
este es el llamado del Papa Francisco.
Comunión, Participación,
Misión: EJERCICIO DE SINODALIDAD
Como Salesianos
Cooperadores para dar nuestro aporte a este proceso sinodal por una iglesia
diferente, podríamos hacer este ejercicio de Sinodalidad asumiendo estos
compromisos en nuestros. Centros Locales, para que nuestra Asociación también
sea diferente.
1. Conocerse y reconocerse como hermanos, posiblemente por su nombre, conocer
circunstancias personales, etc. No quedarme en "su cara me suena familiar;
solo de vista." Saber a quién tenemos, quién está~ afuera, al margen, para
invitarlos, siempre respetando su libertad.
2. Escucha: Debe ser el primer paso, un
paso que requiere mente y corazón abiertos, sin prejuicios; escuchar a todos,
ancianos, jóvenes, niños, mujeres, minorías, descartados y excluidos. Escuchar también el contexto social y
cultural en el que vivimos.
3. Toma la palabra: Todos podemos hablar con valentía, integrando la libertad, la
verdad y el amor, buscando una comunicación que no sea sólo formal, para causar
buena impresión o porque hay algo que decir, sino cordial. Vea también cómo
funciona nuestra relación con las redes sociales, con todo lo posible, no solo
con los católicos.
4. Celebrar: Caminar juntos es posible
si, además de escucharnos, escuchamos juntos la Palabra de Dios y celebramos la
Eucaristía y otras celebraciones. Tenemos que participar en él, no solo de
forma pasiva sino ayudando activamente.
Estas celebraciones pueden y deben tener su extensión en el afecto
fraterno donde se comparten los frutos de la tierra y del trabajo de los
hombres y de la palabra.
5. Corresponsables en la misión: La sinodalidad, ser comunidad cristiana, ser Familia
Salesiana, no es algo que se acaba en nosotros, sino que está al servicio de la
misión para hacer presente el Reino de Dios, la Buena Noticia de Jesús. de la comunidad
de grupos de la Familia Salesiana en las realidades que vivimos, que están
comprometidos en un servicio a la sociedad, social y políticamente considerado,
o en la enseñanza, en la cultura, en la promoción de la justicia, en la promoción
de la dignidad y derechos y en el cuidado de la casa común, es decir, de la
naturaleza y la creación.
6. Diálogo en la Iglesia y en la sociedad.
Necesitamos repensar los lugares y formas de diálogo en nuestra diócesis, en
las parroquias y comunidades de vida consagrada, en los territorios, colaborar
con los de las iglesias vecinas, con los movimientos, viejos y nuevos, con las instituciones,
con otros creyentes, con los no- creyentes, con los pobres y los marginados. Es
inimaginable que un Centro Local o Provincial no tenga relaciones con las diócesis. Necesitamos saber cómo lidiar con las
diferencias, los conflictos y las dificultades. Tenemos que ver qué podemos
aprender del mundo de la política, la economía, la cultura, los pobres ...
7. Diálogo con otras confesiones cristianas,
si es posible. Nos une un solo Bautismo,
el mismo Señor. Necesitamos fortalecer nuestras relaciones, caminar juntos,
sabiendo que no todas las montañas son fáciles de escalar, que hay
dificultades.
8. Autoridad y participación. La Iglesia sinodal debe ser una Iglesia
participativa y corresponsable. autoridad, en sus diversas formas, comenzando
por el obispo y continuando por los presbíteros, diáconos y demás funcionarios,
debe estar al servicio de todos, ni propietarios ni señores. Y debemos examinar
su funcionamiento y los diversos órganos que canalizan la corresponsabilidad
-pastoral, presbiteral, parroquial, consejos zonales, etc.-, analizando su
eficacia. Para nuestros órganos de gobierno es necesaria, diría casi urgente,
una formación de los lideres. Fortalecer el ejercicio de la responsabilidad, no
coma facultad, sino como servicio colegiado.
9. Discernir y decidir: un paso en el
camino sinodal es discernir y decidir a partir del consenso que surge de la común
apertura y obediencia al Espíritu. Tenemos que ver qué sistema usamos para el
consentimiento, qué método usamos para la consulta en la fase deliberativa del
proceso de toma de decisiones y ver si se puede mejorar y todo dentro de una
decisión de transparencia y rendición de cuentas. Recuperar la sabiduría del tiempo
para discernir. No con la prisa del
resultado sino con la lógica evangélica del sembrador que siembra la semilla y
espera que la tierra fructifique en invierno.
11. Formarse
en la sinodalidad: Tenemos que entrenar
poco a poco. No estamos acostumbrados
pero tenemos que empezar a caminar
juntas; Todos lo necesitamos, pero
especialmente los que ocupan puestos de
responsabilidad.





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